Romi Morales
Cuando era pequeña, una vez alguien me dijo que la historia del pueblo judío nos había demostrado que no siempre podíamos echar raíces y establecernos por mucho tiempo en un mismo lugar. Muchas veces, las diferentes olas de antisemitismo llegaban para empujar a Am Israel a armar rápidamente las valijas, marcharse y buscar un nuevo rumbo. En ese contexto, surgía siempre una pregunta: ¿Qué deberíamos de llevar en la valija? Recuerdo que muchos intentamos dar respuestas, algunas más creativas que otras. Luego de un tiempo, quien estaba a cargo del grupo nos preguntó si podía compartir ella su opinión. Por supuesto que aceptamos. Su respuesta, aunque metafórica, fue hermosa. Ella dijo: Yo creo que Am Israel en la valija, siempre se llevó sus festividades. A veces esto tenía una relación concreta: candelabros, copas de kidush, etc. Pero incluso cuando no, si hay algo que nunca quisimos dejar atrás son aquellos momentos del año que nos recuerdan los momentos fundacionales que hemos atravesado como pueblo y sin los cuales hoy no podríamos existir.
Si bien en esta parashá no es la primera parashá que menciona nuestras festividades, lo cierto es que en parashat Emor sí es la primera vez que se presenta un orden claro de cómo se vería nuestro ciclo de festividades, dónde se incluyen: Shabat (descanso semanal), Pesaj (conmemoración de la salida de Egipto), Omer (la cuenta de 49 días desde Pesaj hasta Shavuot), Shavuot (entrega de la Tora), Rosh Hashana (año nuevo), Iom Kipur (Día del perdón), Sucot (fiesta de las cabañas) y Shminí Atzeret (cierre del ciclo festivo).
¿Por qué es tan importante dedicar un capítulo entero para este tema específicamente? ¿Qué mensajes hay por detrás de esta lista de festividades? ¿Qué mensaje deberíamos tomar nosotros, como figuras educativas? Todo esto y un poquito más, a continuación. Si te interesa, ¡acompáñanos! ¡Empezamos!
El orden de los factores a veces sí afecta el producto.
Muchas interpretaciones surgieron sobre el listado de festividades que aparece en la parasha Emor (Levítico, 23). En primer lugar, ante la pregunta ¿Por qué Shabat es lo primero que se menciona en la lista si no es una festividad como tradicionalmente conocemos?, hay quienes sugieren que Shabat tiene la misma santidad que los demás eventos, aunque su origen sea distinto (Rashi). Otros proponen que Shabat representa el ejemplo ideal de lo que se espera de cualquier otro jag (Sforno) y quienes plantean que Shabat incorpora el concepto de la santificación el tiempo, sin la cual sería imposible santificar el tiempo festivo.
Respecto a la estructura educativa, por ejemplo, algunos comentaristas consideran que el orden de los jaguim acompaña el orden agrícola propio de la Tierra de Israel: donde Pesaj se celebra en primavera, Shavuot en verano y Rosh Hashana, Iom Kipur y Sucot en otoño (Rab Sacks). Otros proponen considerar el desarrollo espiritual de nuestro pueblo, como eje central que ordena el listado de festividades de manera tal que: Pesaj remite a nuestro proceso de alcanzar la Libertad-, Shavuot refiere al momento en que asumimos el compromiso de aceptar la Ley, Rosh Hashana y Iom Kipur nos invitan a la introspección y a asumir responsabilidad por las acciones realizadas, y finalmente Sucot propone aprender a encontrar alegría en la sencillez y las pequeñas cosas de la vida (Malbim). Algunos educadores modernos, por otro lado, sostienen que el orden de los jaguim alude a diferentes dimensiones del ser humano que deben ser cuidadas y nutridas: Pesaj (cuerpo), Shavuot (mente), Rosh Hashana y Iom Kipur (corazón), Sucot (espíritu).
(Re)Conectando-nos|los
Los tiempos han cambiado. Hoy podemos estar en cualquier lugar del mundo, dialogando con personas de diferentes culturas con tan solo con un click. Los tiempos se han acortado y también las distancias. Los límites cada vez son más borrosos, tanto que a veces pareciera que no existen. Los cambios son drásticos y veloces, lo que da la sensación de que no existen más los procesos que unen un punto con el otro. El antisemitismo crece, especialmente después del 7 de octubre y también los números de asimilación a lo largo y ancho del mundo. Cada vez menos personas van a la Kehila, pero todos buscan ser parte de alguna comunidad. Y en ese contexto, nuestra tarea es educar para crear, nutrir, fortalecer la identidad judía y sionista de nuestros niños y jóvenes. Identidad que lejos de estar basada en la victimización y el trauma, emerge de la fuerza, de la valentía y de todos nuestros aciertos como pueblo después de cada tropezón. Por eso, en este mundo de tiempo y espacios fluido, de virtualidad y nubes que reúnen todos nuestra información, recuerdos y memorias, quienes deseamos educar necesitamos anclas. Necesitamos, algo que nos permita conectar a la nueva generación con el pasado, ayudarle a encontrar sentido en el presente y querer seguir siendo parte de esta milenaria historia a futuro.
En este contexto, creo que las festividades en general y las que aparecen en esta parashá en particular, son la herramienta perfecta para recorrer ese camino de formación y continuidad, por varios motivos.
- Propuesta personalizada: Hay quienes ven en los jaguim una serie de mitzvot hacer o no hacer, hay quienes ven rituales, tradiciones y costumbres, hay quienes ven una excelente oportunidad para reencontrase con familia y amigos, otros que los ven como una gran fuente de creación cultural y artística, etc. Nuestras festividades democratizan la conexión con el judaísmo de manera que todos y todas podemos encontrar algo con lo que conectar genuinamente. Como figuras educativas, explicitar este punto, puede ser el punto de partida a despertar la curiosidad sobre cómo cada Jag les interpela.
- Espiritualidad y desarrollo como persona íntegra: Continuando con el plano personal, las festividades dan la oportunidad a las personas de detener el tiempo para hacerse preguntas profundas y existenciales e intentar encontrar las respuestas que habitan en el corazón. Se requiere mucha fuerza y valentía usar a las festividades como brújula y herramienta de desarrollo personal, pero con la guía de figuras educativas conscientes de su rol, creo que no sólo es posible, principalmente es necesario.
- Memoria histórica y colectiva: Las festividades ofrecen un mapa de rutas compartido, en el que es posible unir tiempo y espacio, incluso después de milenios, incluso en tiempos de exilio o diáspora. La memoria histórica y colectiva es lo que permite saber de dónde venimos y hacia donde vamos. Explicitar a nuestro niños y jóvenes que son parte de algo mucho más grande y ubicarlos en tiempo y espacio, es el primer paso para empoderar el liderazgo comunitario y la voluntad de ser actores principales en el destino de nuestro pueblo.
- Formación ética y ciudadana: Los jaguim mencionados en esta parashá, traen a la humanidad una canasta de valores especialmente relevantes para las sociedades que quieren ser más justas y seguras para todos y todas. La profunda creencia en la libertad del ser humano, la comprensión de que libertad y libertinaje no son lo mismo y que es necesario actuar dentro de los límites de la Ley, que, aunque exista Ley, podemos equivocarnos, pero que hay posibilidad de asumir responsabilidad, pedir perdón e intentar arreglar el daño realizado, son lineamientos generales éticos y cívicos que cuando los abrazamos nos permiten mejorar nosotros mismos y a nuestro alrededor también. Hoy en día, nuestros niños y jóvenes tienen un gran consciencia social, más no siempre saben por dónde empezar a mejorar el mundo. Tal vez nuestras fiestas les den algunas ideas super relevantes.
- Conexión natural: Las festividades nos muestran que todas las construcción sociales y culturales que hemos creado, pueden ser disfrutadas y aprovechadas en su máximo esplendor, solo y tan solo cuando comprendemos el profundo vínculo que existe entre el ser humano y el mundo natural. Si “el hombre es como un árbol en el campo”, hay muchos mensajes profundos que tiene para enseñarnos la naturaleza y los jaguim pueden ser una excelente “puerta de entrada”.
A modo de conclusión
Las festividades son una hermosa herramienta que debemos aprender a utilizar con sensibilidad e inteligencia. Presentar un Jag de manera “monocrónica”, es una opción legítima. Sin embargo, corremos el riesgo de que no todos logren conectarse genuinamente, pues los seres humanos somos distintos, y tenemos diferentes necesidades o intereses. Presentar un Jag de manera teórico-conceptual, es una opción legítima. Sin embargo, corremos el riesgo de que no todos sientan la motivación de querer llevar lo aprendido a la práctica. Hacer rituales y tradiciones del Jag, es una opción legítima. Sin embargo, cuando no la enmarcamos dentro del tiempo, el espacio, presentando el racional y los objetivos, corremos el riesgo de que sea un aprendizaje que queda encasillado y aislado del resto de la vida judía cotidiana.
En mi humilde opinión, cuando llegue ese momento especial del año en que nos juntemos a festejar, diseñemos una vivencia educativa colorida, en la que hacer, sentir y pensar trabajen juntos para crear una experiencia vinculante profunda, que sea tan memorable que, no importa cuando y a dónde sea que se vaya, nuestro niño o joven decida siempre llevarla consiga en su valija.