PARASHOT AJREI MOT-KDOSHIM: SOBRE CHIVO EXPIATORIOS Y AMAR AL PRÓJIMO COMO A UNO MISMO.

Romi Morales

¿Alguna vez te preguntaste de dónde surge el concepto chivo expiatorio? ¿o cómo éste llegó a ser tan importante en cada grupo social que habitamos? ¿Sabes acaso cómo ayudar a aquellos que ocupan este rol tan doloroso? ¿Nuestras fuentes sugieren algún tipo de respuesta o solución? Lo cierto es que todo esto y más, podemos encontrar presente en parashot Ajrei Mot y Kdoshim. ¿Te interesa conocer más sobre el tema y entender cómo se resuelve la tensión entre ambos conceptos? Si es así, te invito a seguir leyendo. ¡Empezamos!

Sobre dos machos cabríos.

“Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos: una suerte para el Señor, y otra suerte para Azazel.”

(Vaikrá / Levítico 16:8)

Las parashot Ajarei Mot-Kdoshim presentan temas realmente fascinantes. Dentro de todos ellos, me gustaría detenerme en dos principalmente: el concepto de chivo expiatorio y el precepto de amar al prójimo como a uno mismo.

En parashat Ajarei Mot, se explica a Aarón el ritual a través del cual Am Israel alcanza la expiación de sus pecados en el día de Iom Kipur. Parte central de este ritual es el uso de dos chivos similares: uno es ofrecido como sacrificio a Dios, y el otro es destinado a Azazel (figura enigmática que simboliza el alejamiento del pecado, según varias interpretaciones). El Cohen Gadol colocaba sus manos sobre la cabeza del chivo para Azazel y recitaba sobre él una confesión de los pecados del pueblo, transfiriéndolos simbólicamente. Luego, un emisario lo conducía al desierto y lo arrojaba por un acantilado, cumpliendo así con el mandato de eliminar las transgresiones del pueblo. Este acto no involucraba al pueblo de forma directa ni agresiva, sino que era una representación colectiva del deseo de purificación y renovación espiritual. Este ritual, nos muestra que el pueblo, de forma consciente, declaraba sus pecados y los proyectaba simbólicamente en el chivo. 

Del ritual religioso a la dinámica grupal.

Con el paso del tiempo el concepto Chivo expiatorio dejó de ser exclusivo dentro del lexicón de rituales religiosos y pasó a ocupar un lugar central en el lexicón de psicología social en general y de dinámica de grupos en particular. René Girard, basado en sus estudios antropológicos usa este ritual para explicar la Teoría Mimética. Esta sostiene que la violencia es inherente al ser humano y, por ende, los grupos intentan crear rituales que les permitan canalizar estas tensiones. De ahí el surgimiento del Chivo expiatorio también a nivel social[1].

Dentro de un grupo el “chivo expiatorio” es la persona sobre la cual el resto de los sujetos depositan malas energías, frustraciones personales, tensiones y demás, generalmente de manera inconsciente. Para quien ocupa este rol dentro del grupo, esta situación es terriblemente dolorosa y muchas veces, solo con ayuda de alguna persona externa es posible revertirla. Por eso, como figuras educativas, es importante saber que empoderar al niño/jóven en ese rol, evitar proyecciones negativas grupales, educar en responsabilidad emocional y social, obtener apoyo familiar y fomentar la escucha activa son algunas de las formas más efectivas de contribuir para cumplir con este importantísimo objetivo.

Elegir amar al prójimo como a uno mismo 

Ahora bien, parashat Kdoshim trae otra alternativa: Amar al prójimo como a uno mismo. Esta frase, aunque es una de las más conocidas de la cultura judía y suena muy sencilla de comprender, esconde un mensaje sumamente poderoso y que es profundamente relevante a la hora de intervenir en casos de agresión social como los que vimos anteriormente.

Algunos sabios sugieren que hay una gran diferencia entre “Leheov et” y “Leheov le”. Veamos a qué se refieren. Cuando decimos: “Yo te amo” (Ani ohevet otjá, en hebreo), usamos la preposición “et” «אני אוהב את». En esta forma de expresar cariño, el foco pareciera estar puesto en el “yo”: Yo te amo a ti, en forma directa, porque me haces sentir bien, porque me agradas, por lo que me das, etc. 

Sin embargo, el precepto que aparece en esta parashá es: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (veahavta l’reacha kamoja), donde la preposición que aparece es “le”: «ואהבת לרעך כמוך«. A diferencia del enunciado anterior, aquí pareciera ser que el foco está en el otro. Mi amor es dado al prójimo. El amor fluye hacia el otro, sin esperar algo a cambio, y por ende, es un amor que está basado en la decisión consciente y activa de volcarme hacia el otro, de desear su bien.

A modo de conclusión

  • Miles de años atrás, rituales religiosos intentaron encontrar la manera de canalizar fuerzas negativas que existen en los seres humanos, depositándolas exteriormente para que eso no afecte al grupo (con el chivo expiatorio, por ejemplo).
  • Con el tiempo, la proyección simbólica de la violencia hacia fuera del grupo desapareció, y el chivo expiatorio comenzó a emerger dentro del mismo grupo, encarnado en personas reales, con todo lo que eso implica.
  • Sin embargo, parashat Kdoshim nos enseña que resolver esa tensión es algo que se encuentra al alcance de nuestras manos, pues Amar al prójimo como a uno mismo, no es una cuestión relacionado con el sentimiento que alguien despierta en mí, sino una elección consciente que toma cada persona de desear que el Otro este bien. 
  • Cuando nosotros educamos a niños y jóvenes en base a este precepto, ofrecemos un regalo invaluable para la vida. No solo porque permitiremos que construyan vínculos más saludables entendiendo que este amor no depende del afecto espontáneo, sino de una decisión activa de promover el bien del otro, incluso cuando no hay afinidad natural.

Si bien “Ama al prójimo como a ti mismo” es un precepto, lo cierto es que no es posible obligar a alguien a amar a otra persona. Lo que sí podemos hacer es educar para que nuestros niños y jóvenes elijan desear y hacer el bien a quienes los rodean, asumiendo y gestionando sus propios errores sin depositar sus tensiones en los demás. Educar a asumir la responsabilidad por las limitaciones y acciones de uno, es el primer paso para crear espacios educativos donde nadie tiene el rol de cargar con las tensiones de la mayoría. Y este es el primer paso para hacer de ésta una sociedad más justa y segura para todos. 


[1] Vale la pena mencionar que el enfoque de Girard es una reinterpretación contemporánea y por lo tanto no necesariamente es aceptada por todas las ramas de la tradición judía.

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