PARASHA SHLAJ LEJA :

QUÉ TIPO DE EDUCADOR QUIERO SER: ¿ESPIA O EXPLORADOR?

Romi Morales

שלח לך אנשים ויתורו את ארץ כנען
“Envía para ti anashim (hombres), y que exploren (veyaturu) la tierra de Cnaán.”
(Bamidbar 13:2)

Esta semana leemos la parashá Shlaj Leja, que es más y mejor conocida como la parashá de los espías. 

Sin embargo, cuando leemos el texto, vemos que el mismo no habla de espías. El pedido que se le da a Moshé es enviar a personas importantes del pueblo a explorar la tierra de Cnaán antes de que lleguen a la misma. Hay quienes sugieren que explorar, supone adoptar la postura de explorador. Es decir, se espera de este grupo de representantes, recorrer la Tierra, mirarla con interés, observar cómo son sus ciudades, la gente que la habita, los frutos y traer información clara para el resto. Entonces: ¿Por qué hablamos de espías? Básicamente porque no todos logran cumplir con el objetivo. Diez representantes observaron la tierra con lentes de espionaje, es decir, la analizaron prestando especial atención a las amenazas, a los puntos débiles y a aquellos aspectos críticos que presentaban la conquista de Cnaán como imposible. En contraposición, Yehoshua y Caleb preservaron la actitud de exploradores, manteniendo la mirada curiosa, abierta y, sobre todo, optimista.

Muchas veces, como figuras educativas, también nos encontramos frente a situaciones en las que debemos elegir qué lentes usar para interpretar la realidad que estamos viendo. En este artículo me gustaría explorar qué significara ser un educador que actúa como espía y cuál es la diferencia con aquel educador que decide ser explorador. Por eso, si te interesa el tema, acompáñame. ¡Empezamos!

En qué afecta nuestra elección de ser espías o explorador.

A primera vista, podríamos pensar que estos prototipos no son tan distintos entre sí. Sin embargo, son arquetipos de concepciones filosóficas educativas totalmente opuestas. Eso significa que, la elección de uno u el otro, afecta en una amplia gama de actitudes y aspectos de nuestra práctica educativa: en la intención con la que nos aproximamos al vinculo educativo, en la actitud que tenemos a la hora de comenzar cada encuentro, en el modo en el que observamos al grupo, el tipo y tono de comunicación en general y en el leguaje interno y externo que usemos sobre lo que acontece con él, en particular. Afecta en el tipo y grado de presencia con la que habitamos el espacio educativo, en la forma en la que nos relacionarnos con el error y con el éxito, cuál creemos que es nuestro objetivo principal y a qué resultados esperamos llegar. Determina cómo vemos nuestro rol y el rol de las personas con las que compartimos el espacio educativo. Por este motivo, la decisión no debe ser dejada al azar, sino comprendida y elegida en base a una postura crítica y analítica, ética y moral sobre qué figura queremos y necesitamos ser para nuestros niños y jóvenes. 

Educador como espía.

Un educador “espía” trabaja en base a hipótesis que ha de confirmar en cada encuentro educativo. Por eso, muchas veces, suelen tener prejuicios y éstos son los que dirigen su estrategia educativa. Generalmente son educadores que tienen un actitud defensiva y una mirada sospechosa sobre el grupo o la situación. Esto los lleva a tener una postura vigilante, donde el énfasis esta en la falta, la debilidad o en aquello que esta mal. Al enfocar la observación en lo negativo, el lenguaje interno tiende a ser nocivo y, por ello, a la hora de comunicarse con los demás suele transmitir mensajes en tono de queja, remarca los problemas, generando así gran sensación de desconfianza. Educadores espías suelen tener una planificación sumamente rígida, en la que incluso los detalles menores son controlados. Por eso, generalmente la intervención educativa es desde la imposición y el objetivo esperado es cumplir con las metas preestablecidos, sin necesariamente contemplar las implicancias para el grupo. De éste se espera obediencia total y en caso de que esto no suceda o, surjan errores, los mismos serán sancionados con dureza. Esto es lo que hace que la relación con el grupo sea jerárquica y distante.

Educador como explorador.

El educador explorador llega al encuentro educativo con la intención de descubrir y comprender qué sucede con el grupo en cada oportunidad que se encuentran. Esta actitud abierta, curiosa y receptiva es la que le permite crear una relación cercana y horizontal con los demás. Su diálogo interno es positivo y eso es lo que lo convierte en un ser inspirador y esperanzador para Otros. La presencia plena dentro del espacio educativo es lo que le permite analizar cada situación y transformar los desafíos que puedan surgir en oportunidades de crecimiento. El tener una planificación flexible le permite adaptar el plan según las necesidades del grupo, lo que genera mayores niveles de conexión y entusiasmo a la hora de aprender. Se ve a si mismo como un facilitador, un guía, un compañero de viaje, por eso interviene desde el dialogo, las preguntas, ofreciendo experiencias y posibilidades de desarrollo intelectual y personal. Porque se interesa por cada una de las personas en particular, su contexto e historia, para este educador el éxito no es estandarizado, sino que se alcanza en la medida que la propuesta educativa haya interpelado a cada persona de manera especial, ofreciéndole la posibilidad de aprender a su ritmo y a su manera.

A modo de conclusión.

Cuando vemos los dos modelos de educador, es natural que deseemos ser educadores exploradores. Sin embargo, lo cierto es que a veces es muy difícil conseguirlo. Por eso, en primer lugar, necesitamos conocer que existen distintos modos de devenir educadores. Este es el primer paso necesario para trabajar en la figura educativa que queremos ser. En segundo lugar, es fundamental, ejercitar una mirada atenta y consciente de nuestra práctica educativa. Ser conscientes de nuestros pensamientos y sentimientos sobre el grupo con el que trabajamos, es esencial para ser mas precisos en nuestras acciones después. En tercer lugar, debemos trabajar en la honestidad interna. Ser un educador explorador no significa mentir o fingir que, en nuestro vínculo educativo, todo siempre es perfecto. Al contrario, debemos tener una mirada crítica (pero no criticona) y compleja (pero no complicada), de la realidad para, en base a eso, construir y mejorar desde las fortalezas y desde lo que sí hay. Porque no podemos hacer que los desafíos desaparezcan, pero si podemos ofrecer oportunidades educativas para crear herramientas y que nuestros grupos los superen con confianza exitosamente. 

En parashat Shlaj Leja, por seguir a los espías, Am Israel recibe como castigo 40 años de deambular por el desierto. La nueva generación que vino después es la que logró, liderados por Yehoshua Bin Nun y Kalev (nuestros ejemplos de exploradores) conquistar la Tierra de Cnaán. Esto nos muestra que decidir ser un modelo u el otro, empieza en y para nosotros, pero eventualmente ha de afectar a quienes nos siguen, para mal y para bien también. Alevai tengamos la sabiduría de elegir correctamente nuestro modelo de educador y la fuerza y valentía necesaria para ser constantes en el proceso de convertirnos en los mejores educadores que nuestros grupos podrían llegar a tener.

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