Romi Morales
Sobre el concepto de amor
Uno de los sentimientos más fuertes y poderosos que existe en la tierra, es el amor. Imagino que, si preguntásemos a 100 personas que significa esa palabra, podríamos encontrar diferentes definiciones, pero todas alrededor de sensaciones positivas como lo son cariño, contención, calor, fraternidad, amistad, respeto, apoyo mutuo, benevolencia, solidaridad, autoexpresión, reciprocidad, sensación de seguridad, etc. Es natural que así sea, pues el amor no tiene una única manera de devenir, sino que puede ser construido y representado de múltiples maneras y formas en función de los vínculos que vamos construyendo a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, siento que cuando hablamos de amor, pocas veces nos enfocamos en el nuestro, en el “amor propio”. En este Tu ve Av entonces, me gustaría analizar una de las frases más conocidas en relación al concepto de amor para luego repensar nuestro lugar como educadores y educadoras en la Tnua.
Sobre la relación entre el amor propio y el amor a los demás: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”
Debo confesar que esta frase siempre me generó muchas dudas. Creo que la base de esta sensación está en la profunda contradicción que siento que existe entre la aparente universalidad de la frase (llamado a que todos amemos al Otro como a nosotros mismos) y la evidente singularidad de lo que esto significa para cada quien. Es decir, cuando una persona se respeta, se cuida, se mima, se defiende y protege de cosas nocivas, etc. es claro que “amar al prójimo como a sí mismo”, es algo positivo para cualquier persona que este a su alrededor.
Pero ¿qué pasa con todos aquellos que no se aman a sí mismos? ¿Qué pasa con aquellos que se desprecian, se anulan, se critican de manera destructiva y compulsiva, se boicotean, hablan y piensan mal de sí mismos (consigo mismos y con los demás) o se exponen a situaciones hostiles o toxicas (consciente o inconscientemente)? ¿Pueden amar al prójimo si no se aman antes a sí mismos? Como todo en la vida… Supongo que existe un continuum. Por un lado, en un extremo, podemos encontrar a los seres narcisistas, que se aman tanto a ellos mismos que les es imposible contemplar la opción de querer a alguien más. En algún lugar intermedio, está la gente que no tiene amor propio, pero que aún así logra amar a los demás. Estas personas, de hecho, parecieran amar en grande, “amar doble”, porque toda la ración de amor propio la ceden a los demás, en conjunto con la ración de amor al prójimo. Y, por último, en el otro extremo aquellos que no solo no se quieren a sí mismos, sino que tampoco logran amar a los demás, e incluso disfrutar con su dolor. Tanto un extremo como el otro, vemos casos radicales y no normativos, pero que pueden ser reales.
Lo que sucede es que hemos aprendido a través del tiempo que es esperable e incluso aceptable hablar de nuestras limitaciones, defectos, puntos débiles en público, mas no de nuestras fortalezas y cosas positivas. Quienes remarcan sus cualidades positivas, rápidamente serán catalogados de egocéntricos y narcisista, motivo por el cual nos es doblemente difícil valorar lo bueno en nosotros. Sumado a esto, se encuentran los parámetros de belleza, éxito y felicidad que la sociedad nos ha impuesto como únicos y verdaderos y que nos ponen en una situación de constante evaluación respecto a qué somos y cuánto valemos, en especial cuando la brecha entre la expectativa social y la realidad es bien amplia. Y a todo este conjunto de ideas, también se suma la expectativa popular de que quienes aman honestamente no esperan recibir nada a cambio. Lo hacen de manera altruista, o en términos de este jag, “gratuitamente”. Pero al final de cuentas, lo cierto es que toda persona normativa precisa y quieren sentirse querida, deseada, buscada, respetada, necesitada y cuando esto no sucede, la sensación de desamor es tan terrible, que lleva a creer que todas las presunciones negativas que tenía de sí misma son ciertas. Conclusión: si no me quieren, es porque “no merezco recibir ese cariño y ningún otro”.
Nada más lejos de la realidad. Todo ser humano merece recibir cariño. Pero si hay algo que debemos aprender y, por, sobre todo, enseñar a nuestros janijim y janijot desde edad temprana es que nuestra primera y principal fuente de amor debemos ser nosotros mismos.
Para poder dar amor, necesitamos primero crearlo en nuestros corazones. Ese proceso necesariamente supone conectarnos con nosotros mismos. Aceptarnos. Valorarnos. Reconocer en nosotros las cosas maravillosas que tenemos y que sería lindo poder compartir con el resto del mundo. Amarnos supone ser amables, respetuosos, generosos, compasivos, empáticos, pacientes, leales, justos, benevolentes y solidarios con nosotros mismos, de la misma manera que lo somos con los demás.
Si. Suena sencillo, pero en la práctica no lo es tanto. Puede ser. Pero tenemos una ventaja. Somos educadores y educadoras que creemos en la educación. Por eso, entendemos que “amarse uno mismo” se puede aprender y por ende enseñar. Solo necesitamos una cuota de voluntad y las personas y el espacio indicado a nuestro alrededor para dar una posibilidad a que esto suceda.
El lugar de la Tnua en la formación de la autoestima positiva en javerim y javerot de la Tnua.
Desde que somos pequeños nos relacionamos con el entorno: nuestros familiares, nuestro hogar y de a poquito este círculo de referencia se va ampliando a medida que nos animamos y somos capaces de descubrir más cosas de las personas y el ambiente que nos rodea.
En esta interacción es que vamos formando una imagen de lo que somos (“autoconcepto”). Es decir, en función del feedback que recibimos de nuestro entorno, armamos una foto de lo que somos y, por ende, como nos debemos comportar. La autoestima, por otro lado, es la valoración que hacemos de esa foto: si me gusta, tendré autoestima alta y si no, probablemente mi autoestima sea baja.
Contribuir en el proceso de fortalecer la autoestima positiva de nuestros janijim y janijot desde edad temprana es una tarea por demás importante, puesto que esto es lo que les permitirá en la adolescencia y adultez evitar recurrir a situaciones de riesgo en el intento de que otros los valoren y admiren, cuando en principio no es seguro que ellos lo hagan tampoco.
En este sentido, creo que nuestra tarea como educadores y educadoras es esencial. En primer lugar, puesto que nuestros janijim y janijot nos consideran figuras significativas y ejemplares, nuestras palabras cobran un peso impresionante para cada una de las personas que forman parte de nuestras kvutzot. Resaltar genuinamente las cualidades positivas que vemos en nuestros janijim y janijot puede ayudar considerablemente a la construcción de un autoconcepto positivo.
En segundo lugar, en la Tnua solemos prestar mucha atención a la dinámica grupal, donde actos de bullying, discriminación o pérdida del autocontrol que deriva en violencia, por ejemplo, no tienen lugar alguno. Esta postura que hemos tomado, de asumir responsabilidad por lo que acontece dentro de nuestros grupos, no es evidente, no es lo normativo en otras estructuras educativas, pero es lo correcto. Actuando así, contribuimos no solo a que nuestros janijim y janijot aprendan a identificar sus propias emociones, sepan cómo controlarlas y reciban feedback positivo de las figuras de autoridad dentro del jeder y de la Tnua, sino que también lo reciban de sus propios pares.
En tercer lugar, la Tnua es una estructura educativa que abraza el concepto de moratoria. Es decir, en la Tnua es posible explorar el mundo, intentar, probar alcanzar nuestros objetivos, sin que el error suponga pagar un precio en la vida real (siempre y cuando hayamos actuado con responsabilidad). Este detalle puede parecer trivial, pero cuando logramos cumplir nuestros objetivos, nuestro autoconcepto se fortalece y por ende también nuestra autoestima. No solo eso. En la Tnua fomentamos el trabajo en equipo, con lo cual, muchas veces el proceso mismo de “aprendizaje a través de hacer”, sucede en compañía de otros que suelen compartir el mismo interés y que, con paciencia, están dispuestos a compartir y enseñar sus habilidades, destrezas y conocimientos, hasta que esta persona adquiera la confianza y expertis suficiente para ser el quien lidere el proceso nuevamente con quienes vienen detrás suyo.
Cuando una estructura educativa educa en base a la moratoria, entonces no hay criticas constantes ante la equivocación, no hay fracaso: hay oportunidad de aprender y mejorar. Hay proceso. Hay aceptación y creatividad para pensar en nuevas, diferentes, mejores, más relevantes formas de alcanzar nuestras metas. Esto también contribuye al autoconcepto y autoestima tanto de janijim y janijot como de todos los javerim y javerot que son parte de nuestro Tzevet.
En otras palabras y aunque suene un poco paradójico, para aprender a amarnos a nosotros mismos, necesitamos rodearnos de gente que nos ame también. Gente que nos de feedback positivo en nuestros aciertos, en nuestros puntos fuertes, en nuestras ventajas y en nuestras fortalezas. Y al mismo tiempo, este ahí, junto a nosotros, dispuesta a ayudarnos en nuestro proceso de mejorar aquellos aspectos que aun necesitamos cambiar. Necesitamos a nuestro alrededor gente que nos haga sentir que valemos: valemos tiempo, valemos recursos, valemos energías, valemos cariño sin esperar algo a cambio. Necesitamos gente que no se espante ante nuestros tropezones y desaciertos, sino que nos tiendan la mano para ayudar a levantarnos y nos alienten a volver a intentar. Necesitamos gente que vea en nosotros nuestro potencial y, aunque no lo sepamos, nos de las oportunidades para aprender y concretarlo en la vida real. Necesitamos gente que nos diga que esta bien que nos amemos a nosotros mismos e inclusive nos enseña a hacerlo.
Si me preguntan a mí, creo que todos los niños, niñas y adolescentes deberían ser parte de una Tnua. Porque allí, están esas personas, sábado a sábado esperándolos. A estas personas algunos podrán llamar magos, genios, o superhéroes… Yo tengo una palabra que engloba todo eso y mucho más. A estas personas, yo las llamo madrijim y madrijot.