Por Romi Morales
¿Qué pasaría si pudiésemos ver el impacto profundo de cada una de las cosas que decimos en los demás? ¿Hablaríamos y escribiríamos sin pensar o tal vez seríamos más prudentes a la hora de elegir las palabras? ¿Cuántas veces has deseado poder volver el tiempo atrás para comunicar diferente aquello que dijiste? ¿Cuántas veces te pasó de “hablar de alguien” en vez de “con alguien” sobre algo que te incomodó?
La Parashá Tazría trae un tema por demás interesante: la pureza y la impureza en diferentes ámbitos y, entre ellos, en lo que respecta a lo espiritual. En esta parashá aprendemos sobre una enfermedad que existía en aquella época llamada Tzaraat. Según nuestros sabios, una persona podría adquirir esta enfermedad por varios motivos, siendo el principal de ellos el Lashón HaRá (hablar mal de otro). En este sentido, la Parashá Tazría nos recuerda que el discurso crea realidad, y que, por ende, debemos ser conscientes de ello para utilizarlo adecuadamente. Esto es especialmente importante para las figuras educativas, puesto que la palabra es nuestra herramienta central de trabajo. Si te interesa el tema, este artículo puede ser para vos. ¡Empecemos!
Lashón HaRá: definición, fuentes y evolución del concepto
La definición de este concepto en términos literales es “Mala Lengua” y refiere a cuando hablamos mal de otra persona (incluso si lo que estamos diciendo es verdad), cuando se encuentra ausente, sin su consentimiento y cuando lo que se está diciendo no tiene ningún fin constructivo.
En la ética judía, el Lashón HaRá ocupa un lugar importante y ha sido objeto de estudio y amplios debates. Hay quienes adjudican al Rey Shlomó la famosa frase: “La muerte y la vida están al alcance de la lengua” (Proverbios 18:21), la cual concretiza el poder de las palabras y los peligros que acechan a quienes no las utilizan con sabiduría. Respecto a las repercusiones, en el Talmud, hay quienes consideran que el acto de hacer Lashón HaRá afecta a tres partes: quien dice, sobre quien se habla y quien escucha (Talmud, Arakhin 15b). Sobre esta idea, construyó en el siglo XIII Rabí Menahem HaMeiri la noción de que el Lashón HaRá es aún más nocivo de lo que pensamos, pues tiene un “efecto multiplicador”. Una vez que hemos sacado palabras fuera de nuestra boca, estas pueden llegar a destinos que nunca imaginamos. Vale la pena mencionar que las nuevas tecnologías han exacerbado este efecto. Hoy, podemos escuchar hablar de “ciberchisme”, refiriendo al chisme que se transmite en redes sociales, potenciando y profundizando aún más sus efectos nocivos. Entendiendo que aprender leyes que ayuden a utilizar correctamente el habla (para que no sea dañina) es igualmente importante que otros preceptos que aparecen en la Torá, en el siglo XIX el Rab Israel Meir Kegan escribe un famoso libro llamado Jafetz Jaim, dedicado especialmente al tema.
En los últimos años, afortunadamente también mujeres se han expresado sobre el tema. La Rabina Jill Hammer menciona que algunos comentarios feministas sugieren que, especialmente para las mujeres, el chisme no es tan unilateral como nos haría creer la tradición patriarcal y, dentro del paradigma feminista ortodoxo, la reconocida Blu Greenberg incluso alerta sobre la posibilidad de que ciertas personas usen el concepto de Lashón HaRá como estrategia para evitar que las mujeres denuncien actos de violencia ejercidos sobre ellas.
Desde el ámbito de la psicología y las neurociencias, el profesor M. Leary sostiene que el chisme es una conducta profundamente humana, ya que somos seres sociales que dependemos de los otros en nuestro grupo para sobrevivir. Esto, sin embargo, no quita que sea una conducta nociva, especialmente en espacios educativos que deberían ser ámbitos seguros donde crecer y desarrollarse. En esta línea, Emanuel Gale, experto en Team Building, explica que el chisme, los rumores negativos y hablar mal los unos de los otros son conductas que están profundamente asociadas y que trabajan para debilitar la fuerza del grupo. Dentro de las consecuencias más evidentes, según él, podemos ver que el chisme afecta nuestra propia reputación, alimenta una cultura tóxica de trabajo, destruye vínculos interpersonales y enseña a actuar de manera cruel hacia quienes nos rodean. De ahí que sugiera que, si bien hablar mal de alguien con otros pueda acercarnos y crear un vínculo de complicidad, hacerlo a costa de la salud física, emocional y mental de otras personas no es correcto ni beneficioso, y por ende, tenemos que aprender a frenar el chisme a tiempo.
Si bien, cuando analizamos el tema fríamente, todos comprendemos que hacer Lashón HaRá no aporta nada positivo a nadie, aun así, dejar de hacerlo es muy difícil. Por eso, a continuación, me gustaría compartir algunos puntos que tal vez puedan ayudarnos a mejorar en esta área, aunque sea poco a poco, paso a paso.
1. Hablar mal de alguien, habla mal de ti mismo.
En primer lugar y sobre todas las cosas, si queremos erradicar el acto de hablar mal de otros, debemos empezar por trabajar en nuestras conductas y hábitos de comunicación. Recordemos que el famoso dicho “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago” socava la confianza del grupo hacia nosotros como figuras educativas. Educar con el ejemplo también es pertinente cuando se trata del habla.
2. Haciendo visible lo invisible.
Muchas veces, niños, jóvenes (y también adultos) no ven el impacto directo de sus palabras y cómo estas afectan la realidad de los demás. Crear procesos de toma de consciencia, en este contexto, resulta fundamental si queremos que nuestros grupos sean espacios seguros libres de estas conductas nocivas. Y, más importante aún, si esperamos que el hábito de no hablar mal de otros se mantenga también fuera del marco educativo.
3. Política institucional
Por supuesto que todos hacemos lo mejor que podemos con los recursos que tenemos, y muchas veces esto supone trabajar particularmente con nuestro grupo sin mirar lo que sucedió antes o lo que vendrá después. Sin embargo, las organizaciones educativas que toman como política institucional fomentar una cultura limpia de comunicación tóxica tienen muchas más probabilidades de tener mejores y más rápidos resultados que aquellas que no lo hacen. Educar desde los más pequeños hasta el equipo profesional de educadores en el hábito de usar la palabra de manera noble contribuirá a crear un ecosistema en el que todas las personas que lo habitan se sientan más a gusto, cómodas, seguras y, por ende, abiertas a aprender, crecer y desarrollarse.
4. Enseñar qué sí y qué no con claridad.
Muchas veces, especialmente en niños y jóvenes, surgen dudas respecto a dónde está el límite entre un chisme y un comentario sobre otra persona que necesita ser comunicado a otros. Es importante que quede claro que el chisme es el comentario dañino que hacemos en ausencia de una persona, sobre ella, sin su consentimiento, y sin aportes positivos como consecuencia. Comentar a un adulto una conducta de riesgo en un amigo o amiga para pedir su ayuda, denunciar actos de violencia o prevenir que alguien caiga preso de comportamientos tóxicos de ciertas personas, son algunos ejemplos de situaciones en las que hablar no solo es importante, sino necesario (con la persona correcta, en el momento y lugar correcto).
A modo de conclusión
El proceso educativo se construye a través de un vínculo, y ese vínculo se sostiene a través del lenguaje. A veces es escrito, otras veces oral, otras tantas corporal. Sacando este último, el ladrillo con el que construimos el lenguaje son las palabras. Ellas son el medio que utilizamos para mediar entre nuestros niños y jóvenes y el mundo exterior, para describir sueños e ideas, para concretizar valores y otros tantos conceptos abstractos. Las palabras son el pegamento que nos permitirá unir y reforzar el vínculo con los demás o serán las barreras que nos distancien.
En esta parashá vemos que, cuando alguien tiene Tzaraat, debe ser alejado del resto, mostrándonos justamente esto: la consecuencia de usar las palabras sin cuidado y cómo esto puede alejarnos de aquellos que nos rodean.
Hay quienes dicen que “la palabra crea realidad”. Deseo que, desde nuestro lugar como figuras educativas, logremos usar nuestras palabras con sabiduría y precisión para crear las realidades necesarias para que nuestros niños y jóvenes crezcan sin miedo a ser observados, juzgados y criticados por los demás. En otras palabras, realidades donde puedan permitirse ser auténticamente ellos mismos, equivocarse, aprender, crecer.
Tal vez suena difícil, pero: ¿te animás a intentarlo?