BAMIDVAR: NI EGPITO NI ISRAEL, ZONA DE DESARROLLO PRÓXIMO

Romi Morales

Dos niños estaban jugando a armar una casita con legos. Primero compartieron ideas de cómo ésta debía verse: qué colores habrían de utilizar, cuántos pisos tendría la construcción, etc. Solamente cuando ambos lograron visualizar el proyecto, agarraron un montón de piezas, hasta ahora desparramadas, y se pusieron manos a la obra. Los primeros minutos estuvieron llenos de gran emoción y alegría. Sin embargo, a medida que avanzaba el proyecto las emociones empezaron a cambiar. Las fichas no siempre permitían crear lo que habían soñado. A veces lo construido se desarmaba cuando intentaban sumar fichas nuevas y los colores no parecían haber sido los indicados. Uno de ellos propuso frenar, romper todo y empezar de nuevo. El otro respondió: “No, intentemos un poco más. Es cierto que ahora nuestra casa no se ve como la imaginamos, pero tenemos que acordarnos que eso es también porque estamos en el proceso de construcción: Aun hay fichas tiradas, aun no terminamos de poner los adornos que guardamos, aun no pusimos las puertas y ventanas, falta mucho aún por hacer. Estamos “en el medio”.”

Este pequeño momento, me ha acompañado en muchos momentos importantes de mi vida personal y como educadora, especialmente en los últimos años en los que la inmediatez nos exige ver resultados ahora, algo que, en educación, lamentablemente, no siempre podemos ver. La mayoría de nuestras intervenciones educativas suponen diseñar procesos. El proceso es, si hacemos una analogía con el nombre de la parasha, el desierto, es decir, lo que conecta el punto de salida A (Egipto) al punto de llegada esperado B (Israel). 

En el desierto (Bamidvar) es que un grupo de gente hasta hace poco tiempo atrás esclava comenzó a sacudirse los resabios de la opresión y aceptó recibir en el monte Sinaí un paradigma de mundo nuevo que mostraba que existen otras formas de organización social, con otras leyes, con otras pautas, con otras normas culturales. En el desierto es que ese grupo de gente se convierte en pueblo. En el desierto, nuestro pueblo tiene grandes momentos de gloria y también caídas muy profundas. En el desierto se cometen errores que exigirán de mucho tiempo para ser resueltos. En el desierto, muchas veces, hubo caos, desorden y inestabilidad. Pero cada una de las situaciones que se presentaron fueron indispensables para constituir el tipo de generación que sería necesaria para entrar en Israel.

El desierto para muchos remite a desolación, vacío y peligros. Sin embargo, la Tora (y específicamente el cuarto libro que lleva el mismo nombre que esta parashá) nos propone ver el desierto como plataforma de cambio, transformación y crecimiento. En este sentido, me resultó sumamente interesante, en base a la teoría de “Zona de desarrollo próximo” de Lev Vygotsky, repensar el concepto de desierto dentro de los procesos educativos y de aprendizaje. ¿Te interesa? ¡Empezamos!

Zona de desarrollo real, zona de desarrollo próximo y zona de no aprendizaje.

Lev Vygotsky (1896-1934) fue un psicólogo y teórico ruso que, a pesar de vivir pocos años, logró dejar un importisímo legado en lo que respecta a psicología del desarrollo y al enfoque sociocultural del aprendizaje. Uno de los conceptos más importantes que nos ha brindado es el de “Zona de desarrollo próximo” (ZDP) para explicar qué es lo que una persona puede (o no) aprender con la ayuda de otro más capacitado. 

En este sentido, podemos decir que existe una Zona De Desarrollo Real, en la cual las personas se sienten cómodas porque saben y dominan todo lo que ésta incluye. Al ser una zona conocida, la posibilidad de crecimiento es limitada, y, por ende, el margen de aprendizaje, prácticamente nulo. Por otro lado, tenemos la Zona de no aprendizaje, o zona de frustración. Es decir, una zona en la que los aprendizajes están muy lejos de poder ser adquiridos. Tanto, que ni siquiera con ayuda de otros más capacitados podría ser posible la apropiación de estos. En el medio de estas dos zonas, se encuentra la Zona De Desarrollo Próximo, es decir, el margen en el que la persona sale de lo conocido y, por ende, existe posibilidad de crecimiento. La diferencia con la zona de no aprendizaje es que aquí, lo que se ofrece es posible de ser aprehendido si es con la ayuda de otro más capacitado.

Cuando analizamos el relato del desarrollo de Am Israel, vemos con claridad que, como pueblo, hemos atravesado estas distintas zonas, y que, la zona del desierto (zona de desarrollo próximo), ha sido indispensable para poder llegar al destino final, Israel. Siguiendo la metáfora podríamos decir que: mientras Bnei Israel se encontraban en Egipto, habitaban una situación que, si bien no era para nada cómoda, sí era lo suficientemente conocida como para dominar las estrategias de supervivencia (ZDR). Cuando Moshé propuso salir de Egipto y llegar a la Tierra prometida, esto generó un gran temor en las personas porque, con justa razón, la propuesta parecía ser por demás ambiciosa. Tanto que, incluso con Moshe de líder daba la sensación de que no se podría lograr (ZDNA). Por eso la importancia del desierto. Porque es justamente en este margen de acción que Moshe pudo acompañar a Bnei Israel a dar esos pequeños pasitos que le permitieron crecer, aprender y transformarse en el milenario pueblo que somos.

Ser líder en el desierto, ser educador en la ZDP.

No es fácil transitar el desierto, tal vez menos lo sea guiar a un gran grupo de personas en éste. Sostener la incertidumbre, la incomodad de realizar una travesía por un lugar incierto lleno de peligros, contener cuando se ha llegado a puntos en los cuales parecería que no hay vuelta atrás. Y educar, es justamente eso. 

  • Es conocer profundamente a las personas que forman nuestros grupos para entender dónde se encuentra cada una, cuál es su punto de partida, con qué herramientas cuenta para salir al hermoso y desafiante proceso de aprender. 
  • Es ser y ofrecer apoyo en los primeros pasos, para que el otro gane la confianza necesaria para animarse a intentar por sí solo, sabiendo que puede equivocarse, por un lado, y que puede volver a intentar por el otro.
  • Es enseñar a plantear metas: ni demasiado sencillas como para que los estanque en el mismo lugar en el que están, ni muy difíciles como para que los asuste a moverse. Metas realizables, que les permita, aunque sea de a poquito, acercarse a sus grandes sueños.
  • Es recordar que, en ciertos momentos, cuando se está en medio del proceso, se vale dudar, se vale intentar, se vale equivocarse y que nosotros, como figuras educativas, estaremos disponibles y dispuestos a acompañarlos en el proceso de volver a intentar.

A modo de conclusión

Dr. Ann Masten, psiquiatra infantil, reconocida por sus estudios de resiliencia en niños, dijo una vez que se necesita solo un adulto estable, afectuoso y comprometido, que crea en el niño o la niña para que estos puedan florecer. Alevai logremos ser esos adultos en la vida de nuestros niños y jóvenes. Para que cuando estén atravesando los desiertos que existen entre lo que son y lo que sueñan ser, logremos acompañarlos con paciencia y seguridad. O en otras palabras, para convertir el desierto adverso en una zona de desarrollo maravillosa y digna y posible de ser transitable.

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