Jesed: Nuestra misión del ahora


Por: Tte. Gabriel Shnaider

Boguer Magshim – HH B´Perú

¿Qué es lo que sostiene al pueblo de Israel a lo largo del tiempo, más allá de su historia, su tierra o su idioma? ¿Qué fuerza invisible lo mantiene unido incluso en los momentos más oscuros? En este artículo los invito a mirar en dirección al jesed, esa bondad silenciosa y constante que circula de persona a persona, como un hilo que teje comunidades, atraviesa generaciones y le da cuerpo a la Torá vivida.

En una ocasión fui invitado a una ceremonia del ejército en el sur del país. Sabiendo que la ceremonia iba a terminar tarde y quedaba lejos de mi casa coordiné para que mi unidad me proporcione un carro.  El único impedimento era que debía devolverlo a la base esa misma noche y luego ir a mi casa. Esto, me era más conveniente que hacer todo el viaje en transporte público desde el principio. Al final de la ceremonia, pregunte si alguien quería que los acerque al centro, no me era un desvío y tenía asientos libres – al final fuimos con el carro lleno.

En medio del viaje había otro carro atrás mío que quería adelantar y yo no lo estaba dejando. La oficial que estaba de copiloto me dijo “Gabriel, frena y déjalo pasar. Si tu le haces jesed a otros, otros te van a devolver de igual manera con jesed.” A los pocos minutos, cuando me equivoqué en una salida de la carretera, otro conductor frenó para dejarme enderezarme. A lo que la oficial me dijo con una sonrisa “¿Viste? Te lo dije.”

Decidí que quiero más, quería hacer más jesed y así recibir más. En vez de llevar a todos los del carro a la estación del tren, dejé a cada uno en su casa. Estos desvíos alargaron casi 2 horas el viaje pero ellos estaban muy felices y agradecidos, por más que yo aún tenía que devolver el carro a la base y después llegar a mi a casa.

Después de dejar el carro, en lo que esperaba en la parada de bus que la línea llegue, se detuvo un carro. Era una amiga de la base que estaba en una situación similar a la mía. Ella también tenía que devolver un carro a otra base. Llevarme a mi casa le alargaría el viaje más de media hora en total y ya era tarde, pero aceptó con una sonrisa. Cuando llegamos a mi casa le dije que así como ella me ayudó, estoy seguro que cuando llegue a su destino va a encontrar a alguien que la ayude a ella; y así fue, ella también se encontró con un amigo que la llevó hasta su casa.

Comprendiendo el concepto

Jesed se puede entender como un favor, un acto de misericordia o generosidad de corazón. Un acto desinteresado solo para ayudar y hacer el bien. Actos de jesed son el resultado de cuando estamos unidos, tenemos responsabilidad social, nos importamos los unos por los otros y convivimos con confianza y propósito común: Estar y hacer el bien. Este es el mensaje más profundo, puro y central de toda la Torá.

Hay un midrash que dice que “la Torá comienza con jesed y termina con jesed”: D-os viste a Adam y Java cuando están desnudos, y entierra a Moshé cuando nadie más podría hacerlo. Entre esos dos actos, aparentemente simples pero profundamente humanos, está toda la Torá.

El vínculo entre Jesed y Jag Hashavuot

Y entonces viene Shavuot, la fiesta de la entrega de la Torá. No de cualquier Torá, sino precisamente de una que se construye sobre el pilar del jesed, del amor en acción, del compromiso con el otro, de la sensibilidad por el que está solo, expuesto o vulnerable.

Por eso mismo se acostumbra a leer Meguilat Rut, que es ante todo, una historia de jesed: Actos de bondad genuina, desinteresada y comprometida. Desde el inicio, Rut demuestra jesed al elegir no abandonar a su suegra Noemí, aun cuando eso implica dejar atrás su tierra, su pueblo y su futuro seguro. En lugar de regresar a Moav, decide acompañar a Noemí en su dolor y pobreza, comprometiéndose con ella de manera total. Noemí, por su parte, le abre la puerta a esa lealtad y la integra a su vida en Israel. Ya en Bet Lejem, Rut continúa actuando con jesed al salir a espigar en los campos para sostener a ambas, arriesgándose como mujer extranjera y pobre. Boaz, el dueño del campo, también ejerce jesed al protegerla, ofrecerle comida y agua, y ordenar a sus trabajadores que la traten con respeto y generosidad. Más adelante, Noemí orienta a Rut sobre cómo acercarse a Boaz como posible redentor, en un gesto de cuidado hacia su futuro. Boaz, sensible al valor de Rut, acepta asumir esa responsabilidad y casarse con ella, asegurando descendencia para la familia de Elimelej. Finalmente, el nacimiento de Oved, hijo de Rut, es presentado como una nueva luz para Noemí, que lo acuna como si fuera suyo. Cada personaje actúa desde el amor, la lealtad y el compromiso profundo con el otro, construyendo así una cadena de jesed que sostiene la historia del pueblo judío. De esta cadena nacería el Rey David, y eventualmente el Mashiaj que traerá redención a todo Am Israel.

La misión del ahora

Este es el mensaje de la Torá que recibimos y celebramos en Shavuot. Hoy más que nunca debemos hacer esfuerzo en traer cuanto más jesed – es la misión del ahora!

En la realidad que vivíamos en Israel hasta el 06/10/2023 los actos de  jesed quedaron opacados por los disturbios sociales, la intolerancia, la falta de diálogo y el sesgo por falta de pensamiento crítico condujeron a destrucción, desunión y odio gratuito. Nos debilitamos desde adentro, y en cierta medida, fallamos en el examen de la historia: una vez más, como hacia el final del segundo Beit Hamikdash, la desunión nos vuelve vulnerables.

Los informes de la inteligencia militar decían lo mismo: Nuestros enemigos visualizaron nuestra debilidad y aprovecharon para atacar.

A diferencia de la destrucción por romanos en el año 70, en vez de galut, nos quedamos – y entendimos que es lo que necesitamos corregir para lograrlo. A pesar de la conmoción y el inmenso dolor, supimos volver a nuestras raíces. En los días posteriores al 07/10, cuando la tierra tembló bajo nuestros pies, emergió con fuerza lo más profundo de nuestro ADN: el jesed. Las manos se extendieron sin preguntar a quién, de dónde, ni por qué. Familias enteras abrieron sus casas a desplazados, comunidades organizaron cadenas de apoyo, miles corrieron a donar, a acompañar, a abrazar. Multitud de reservistas llegaron sin ni siquiera recibir llamado oficial: recibieron el llamado del deber y del corazón. Sin decretos ni órdenes, se activó la fuerza silenciosa que nos mantiene vivos desde hace milenios: el compromiso mutuo, la dignidad del otro, el amor por nuestra tierra y por quien la habita.

Han pasado ya más de 600 días que nuestra esperanza y rezos solo piden por silencio, paz y victoria. No debemos dejar que la “rutina” y las agendas políticas nos desvíen. Hoy más que nunca, entendemos que la Torá no se recibe una sola vez. La Torá se acepta cada día, en cada decisión de cuidar, escuchar y actuar con bondad.
Ese es nuestro monte Sinaí hoy. Ese es el pacto que debemos renovar y tener presente.

Jag Shavuot Sameaj, que sepamos recibir nuevamente nuestra Torá de jesed, y transformarla en un camino de vida y pilar de nuestra educación.

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