Por: Aarón Policar
Dentro de la sociedad israelí encontramos una serie de características que, vistas desde una perspectiva latinoamericana, pueden resultar difíciles de comprender. Esta sociedad se compone de múltiples “ingredientes” que funcionan como pilares en su construcción social. Muchos de ellos surgen como una respuesta natural a su compleja realidad: para seguir adelante, crecer como país y enfrentar los desafíos que ha vivido desde su fundación hasta hoy.
Entre estos ingredientes podemos encontrar la improvisación, el “desorden ordenado”, el servicio militar obligatorio para toda la población, la ausencia de jerarquías rígidas, entre otros. Sin embargo, en esta ocasión quiero enfocarme en dos ingredientes que, a mi parecer, son el verdadero corazón de la sociedad y del país: la resiliencia y el sentido de pertenencia e impacto.
Resiliencia: el alma de la sociedad israelí
En Israel, la resiliencia no es solo un concepto: es una actitud cotidiana, una cualidad profundamente enraizada que atraviesa todos los aspectos de la vida social. La resiliencia, entendida como la capacidad de una comunidad para enfrentar y recuperarse de situaciones adversas, es uno de los principales motores del desarrollo israelí.
Basta mirar alrededor para encontrar innumerables ejemplos: voluntarios que ayudan a otros a recuperar pertenencias entre los escombros tras un ataque con misiles; personas que, luego de que sus hogares fueran dañados por una explosión, deciden cantar con esperanza; una sobreviviente de la masacre del 7 de octubre en el festival Nova, que representa a Israel en el certamen musical más importante de Europa con una canción titulada “New Day Will Rise”. Y podríamos seguir dando ejemplos sin fin.
Hablar de resiliencia en Israel es hablar de empuje colectivo, de solidaridad profunda, de valores judíos como la arvut hadadit (responsabilidad mutua) y la célebre frase “Kol Israel arevim ze la’ze” (todo Israel es responsable uno del otro). Sin estos valores, este país no podría seguir adelante.
Ante las situaciones más complejas, más alarmantes y desafiantes, Israel despliega su arma más poderosa: la resiliencia. No hay obstáculo que pueda vencer a esta sociedad cuando decide unirse, colaborar y avanzar. Incluso en medio de su guerra más crucial en años recientes, incluso cuando Irán lanza misiles indiscriminadamente sobre civiles, escuelas y hospitales, la sociedad israelí encuentra fuerzas para resistir, cantar entre los escombros, ondear banderas que dan esperanza, y recordar al mundo que, cuando parece que se debilita, en realidad se está fortaleciendo para florecer con más poder, más luz y más seguridad.
Sentido de pertenencia e impacto: el motor colectivo
No se puede hablar de resiliencia sin mencionar el segundo ingrediente esencial: el sentido de pertenencia e impacto.
El Estado de Israel, a diferencia de muchos otros, no nació solo de un proceso político o territorial, sino de una esperanza milenaria: el sueño de un pueblo que durante 2000 años anheló volver a su hogar nacional. Este deseo constante de retorno fue el combustible del movimiento sionista y sigue siendo el impulso vital que mueve a la sociedad israelí.
Para los israelim, abrir un negocio, hacer voluntariado, escribir una canción, representar a Israel en un foro internacional o simplemente ayudar al prójimo, está directamente vinculado con un gran objetivo: la construcción permanente del hogar nacional judío. Ser parte de Israel es sentir orgullo por impulsar al único Estado judío del mundo hacia su mejor versión, destacándose en ciencia, tecnología, cultura e innovación.
Para los israelíes, el proyecto llamado Israel es una obra en constante creación, una responsabilidad compartida por todos. Representar a Israel en un concurso, una olimpiada, un torneo o una conferencia es un acto de shlijut (misión, enviado). Es llevar el mensaje de Israel al mundo, representar no solo a los ciudadanos del país, sino también a todo el pueblo judío. Este sentimiento de misión inspira a dar lo mejor de uno mismo, porque no se representa solo a nivel individual: se carga con el honor de un país, de un pueblo y de un legado multigeneracional.
Soñar con un Israel fuerte, influyente y luminoso no es una aspiración individual, es un compromiso colectivo.
En la sociedad israelí, ser resiliente no es una opción: es una obligación. Es un mandamiento social que permite seguir construyendo el Estado, nuestra casa común. La frase “Gam ze ya’avor” (esto también pasará) no es resignación, sino una invitación a transformar la adversidad en promesa, y el dolor en impulso hacia un futuro mejor.
Intentar comprender estos ingredientes desde una mirada externa puede parecer casi imposible. Uno podría preguntarse por qué tanto empeño, por qué no simplemente rendirse o elegir el camino fácil, por qué exponerse constantemente al riesgo y la incomodidad. Y, sin embargo, hay una respuesta que resume todo:
“En Israel, para ser realistas, hay que creer en los milagros”.
— David Ben-Gurión