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Por: Romi Morales

LA HISTORIA DE NOAJ COMO METÁFORA INICIAL

Según relatan nuestras fuentes, muchos años luego de que Dios haya creado el mundo, hubo un momento en el cual la humanidad llegó a niveles inadmisibles de violencia e inmoralidad. Tan crueles se volvieron los seres humanos que Dios no vio otra opción fuera de erradicar a la raza humana y las especies de la tierra, de la faz del planeta. Y así fue como surgió el Diluvio. Agua, mucha agua que arrasó con todo. Menos con Noaj, su familia y los animales que se encontraban dentro del arca.

Según el relato, luego de varios días de navegar, luego de varias idas y vueltas de la paloma que anunciaba si las aguas habían bajado lo suficiente como para salir al mundo, llegó el momento de volver a “poner los pies sobre la Tierra”.

En este punto de la historia, confieso que no puedo evitar pensar en la situación imposible en la que ha quedado inmerso Noaj. El conoció el mundo, vio su destrucción y ahora queda a cargo del destino de la humanidad, cuando todo a su alrededor es desolación. No sé ustedes, pero si yo hubiese sido Noaj, al bajar del Arca, seguramente hubiese sentido mucho miedo: ¿Por dónde empezar a construir un mundo devastado y venido a menos? ¿Cómo hacerlo? Y más importante aún: ¿Por qué iniciar la tarea de construir un nuevo mundo, sabiendo que, ante el error, la falta o la equivocación, la respuesta será la total destrucción? Para ser honesta, entiendo a Noaj, porque en algún punto, siento que muchas veces, sus sensaciones al salir del Arca, son muy parecidas a las que sentimos nosotros cuando abrimos el periódico, el canal de noticias o navegamos por nuestras redes sociales. Las preguntas: ¿Es posible arreglar todo este mundo? ¿Por dónde empezar? ¿Esta tarea no será demasiado grande para nosotros? Son algunas de las tantas preguntas que nos hacemos y nos abruman cuando las cosas no van bien.

Primer aprendizaje: CUANDO LAS COSAS NO VAN BIEN…

El mundo, a lo largo de la historia humana, se ha enfrentado a múltiples y diversos desafíos y nuestros tiempos no son la excepción. Hambre, violencia, esclavitud, enfermedad, destrucción, guerras, fundamentalismos, discriminación, xenofobia, ignorancia, indiferencia, son algunas de las plagas actuales a las que debemos dar respuesta como juventud.

Sin embargo, cuando las cosas no van bien, pareciera como si todo a nuestro alrededor se empañara del mismo color, haciendo muy fácil ver las cosas o blanco o negro. Cuando las cosas no van bien, es muy sencillo perder el optimismo y sentir que no hay luz al final del túnel. Cuando las cosas no van bien es muy probable que sintamos que el cambio es difícil de alcanzar y que, no importa lo que hagamos, las cosas seguirán siendo igual. Cuando las cosas no van bien, probablemente demos batalla al desconcierto, a la desolación, a la desesperación, a veces con mas, a veces con menos suerte.

Cuando las cosas no van bien nos tendemos a meter en nuestro caparazón para sentirnos un poquito más seguros. Sí, todo eso es normal que suceda cuando las cosas no van bien.

Por eso, creo que el primer aprendizaje que nos deja esta historia es que cuando las cosas no van bien, cuando hay crisis, cuando hay desafíos, es normal sentirnos abrumados, preocupados, tristes o enojados. Es normal hacernos preguntas. Es normal buscar respuestas. Es normal tomarse un tiempo para procesar lo que hemos atravesado y digerir aquello que nos ha causado dolor. Y una vez hayamos dado lugar a todo ese proceso de cuestionamiento, pensamiento crítico e introspección, entonces estaremos listos para pasar al segundo aprendizaje.

Segundo aprendizaje: “SIEMPRE QUE LLOVIÓ, PARÓ”.

Volviendo a la historia de Noaj, vale la pena mencionar que, al parecer, una vez hubo frenado el diluvio, Dios entendió que Noaj no se encontraba seguro ante la nueva situación y por eso, le hizo una promesa: “Nunca más destruiré el mundo y como prueba de ello, pondré un arco iris en el cielo como recordatorio”.

Creo que aquí tenemos un segundo aprendizaje: Después del diluvio, después que la tormenta pase, es importante empezar a buscar el arcoíris. El arcoíris es ese mágico regalo de la naturaleza, que nos muestra con su misma esencia que las cosas no son dicotómicas y mono crónicas, sino que existe una amplia gama de posibilidades a nuestro alcance. A veces el arcoíris puede ser metafórico: una simple promesa esperanzadora de que no todo está perdido y que las cosas pueden ser mejores. A veces el arcoíris es una persona, alguien que llega de pronto a nuestras vidas y nos permite entender que se puede ser, hacer, sentir y pensar distinto. A veces el arcoíris es una situación, algo que nos acontece y nos posibilita encontrar dentro nuestro, herramientas, habilidades o incluso respuestas que antes no estaban disponibles. Otras veces, el arcoíris puede ser alguna idea, un valor o un principio que nos permita entender el mundo y funciona de motor para que actuemos en él.  Cualquiera sea el significado que le demos al arcoíris, lo importante es que una vez que hayamos encontrado el nuestro propio, entonces si estaremos listos para comenzar uno de los procesos más hermosos que ha creado el ser humano: el proceso de TIKUN.

Creo que la magia de la Tnua es que ella encarna los distintos posibles arcoíris en un mismo tiempo/espacio, el tiempo/espacio tnuatí. De ahí que la Tnua como entidad educativa sea un semillero de jóvenes liderando los procesos de tikun.

Tercer aprendizaje: JOVENES LIDERANDO LOS PROCESOS DE TIKUN

Cuando hablamos de “tikun”, hablamos de reparar. En nuestros días, este concepto puede sonar un poco extraño, pues vivimos inmersos en un mundo donde muchos de nuestros sistemas económicos fomentan el (ab)uso de lo “descartable”. Es decir, vivimos consumiendo cosas que tienen “vida corta” y que cuando se rompen, nos es más rentable tirarlas a la basura y comprar nuevas, antes que intentar arreglarlas. El problema con este sistema es que, sin querer, nos ha hecho creer que lo que es relevante para el mundo de las cosas, también lo es para con nosotros mismos, las demás personas, nuestros vínculos con otros seres vivos y con el mundo en general.

Y, aun así, en todo este contexto, Hanoar Hatzioni propone un modelo diferente.

El Darkenu empieza el capítulo de “Tnua como entidad educativa” diciendo: “El movimiento juvenil es una expresión de independencia adolescente. Constituye una reacción contra lo convencional, expresa una crítica respecto a las situaciones del presente y posee el ansia de corregir y crear una sociedad mejor para el futuro.” O, en otras palabras, cuando las cosas no vayan bien, ahí estarán los y las jóvenes de las Tnuot, para reaccionar contra lo que otros han naturalizado, para con pensamiento crítico y analítico ser quienes hagan las preguntas y quienes busquen las respuestas. Estas y estos jóvenes, serán quienes tomen una postura madura y responsable, denuncien aquellas cosas que merezcan ser cambiadas y lideren los procesos de crecimiento, desarrollo y mejora. Y no lo harán basados en el miedo que genera la situación en el presente, sino, en las fuerzas más grandes y poderosas que existen en la tierra que son el amor, la responsabilidad por el otro y las ansias de continuidad.

Cuarto aprendizaje: AMOR, RESPONSABILIDAD POR EL OTRO Y ANSIAS DE CONTINUIDAD COMO MOTOR DEL TIKUN.

Conjeturo: Noaj baja del arca. Mira a sus costados. Siente miedo. Duda. Noaj ya no es el que fue. No está dispuesto a ver un nuevo mundo destruirse. No acepta ser cómplice de tan terrible plan. Negocia. Dios le promete no volver a destruir el mundo. ¿Es suficiente? Hay quienes pueden creer que sí, que esto es suficiente para que el ponga manos a la obra y empiece a reparar el mundo. En lo personal, creo que no lo es.

Pienso: Tiene que haber algo más que una promesa a futuro, tiene que haber algo en el presente de Noaj que lo impulsa a animarse a volver a empezar, incluso no sabiendo que le depara el mañana ni cómo ha de terminar el cuento al final.

Imagino:  Noaj debajo del arca. Mira a sus costados y ve desolación. Pero mira hacia atrás y ve futuro, ve continuidad. Porque allí, en la puerta del arca, esperan sus seres queridos a que él de la señal de que es posible bajar y reparar para volver a empezar.

Creo: este es el motor que impulsa a Noaj a letaken (reparar) y volver a empezar. El amor por sus seres queridos. Y es este amor el que facilita el devenir de la responsabilidad. Responsabilidad que nos empuja a continuar a pesar de haber (sobre)vivido a eventos de destrucción y nos compromete a asegurar procesos de continuidad ya no desde un lugar pasivo e indiferente, sino desde un lugar consciente y proactivo que construye los procesos que harán de este, un mundo mejor, más justo, más seguro, más igualitario, más feliz.

Madrijim y madrijot son, en muchos momentos, quienes están en la tierra, mirando a los costados, viendo un mundo que, quienes los precedieron, no siempre supieron cuidar como era necesario. Y luego, sin embargo, cuando miran hacia atrás, ven una gran arca llena de janijim y janijot, con los ojitos llenos de ilusión preguntando: “¿¿podemos bajar??” Y la respuesta que damos con cada peula es: “sí! Porque ‘nuestra aspiración es mostrar al joven el mundo en toda su amplitud y complejidad, seguros que al conocerlo y estudiarlo sabrá valorarlo correctamente”.

¡Sí! Porque ‘nuestra fe en el ser humano, en su capacidad de capacitarse, corregir y perfeccionar su camino, junto con una profunda convicción respecto a la escala de valores de la Tnua, son los factores que, en nuestra opinión, nos otorgan el derecho a educar’ ¡Sí! Porque asumimos la responsabilidad de ser el pilar sobre el cual se basa nuestra estructura educativa, el ejemplo personal que otorga fundamentos éticos a nuestra tarea como educadores, y de ser consecuentes y coherentes con nuestro mensaje ideológico-educativo, en cuya base está el profundo deseo de formar personas integras que hagan de éste un mundo mejor.

A MODO DE CONCLUISON

En un abrir y cerrar de ojos llegamos a Rosh Hashana, el aniversario de la creación del mundo. En tan solo 10 días más, nos reuniremos nuevamente para vivir juntos Iom Kipur, uno de los días más importantes dentro del calendario judío, día de introspección y pensamiento personal y colectivo.

Mientras que Rosh Hashana nos hace una invitación a “volver a empezar”, Iom Kipur nos llama a ver, en este nuevo comienzo, una nueva oportunidad de, esta vez, hacer las cosas mejor. En otras palabras: letaken (reparar).

Quisiera aprovechar la oportunidad para agradecer a todos aquellos madrijim y madrijot que, con su tarea educativa, su amor, responsabilidad y ansias de continuidad, activan constantemente en base a los valores, ideas y principios esenciales de nuestra Tnua para primero y, antes que nada, reparar. Gracias por ser la crítica constructiva. Gracias por no conformarse. Gracias por aspirar a más y mejor. Gracias por generar los procesos que nos acercan a esos resultados. Gracias por soñar en grande y gracias por enseñar a las futuras generaciones lo importante que es que ellos sueñen en grande también. Gracias por mirar a los costados y confiar que el cambio aun es posible. Gracias por ser ese cambio, también por y para nuestros janijim y janijot. Gracias. Porque este tikun que ustedes hacen peula a peula, al final de cuentas, es lo que motiva a quienes aún esperan en el arca, a bajar y a volver a empezar.

JAG SAMEAJ Y GMAR JATIMA TOVA!

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