¿VALE LA PENA PELEAR UNA BATALLA PERDIDA?

LECCIONES DE JANUCA PARA MADRIJIM Y MADRIJOT.

Por: Romi Morales

Cualquier persona normativa, respondería “no” a la pregunta que hemos planteado en el título. Con cierta razón, podríamos decir que, si ya vamos a salir a pelear (es decir, vamos a poner el cuerpo, la mente, el corazón, tiempo, nuestro destino y a veces incluso el de otros en juego), por lo menos lo haremos pensando que hemos de empatar, sino ganar. ¿Por qué pelearíamos por algo sabiendo desde un principio que no tenemos forma alguna de vencer?

La historia de Janucá, sin embargo, viene a enseñarnos un paradigma de pensamiento distinto: La lucha de los macabeos contra los griegos es un ejemplo claro de cómo un pequeño grupo de judíos, decidió luchar contra el gran imperio helenístico, contra todo tipo de pronóstico de éxito.

En una época donde muchas son las luchas (personales, colectivas, de nuestro pueblo y de Israel), nos merecemos recordar este evento histórico e intentar aprender de él. Quién nos dice, tal vez nos inspire a dar batalla a esos grandes molinos de viento que nos empujan hacia atrás, e incluso, con el tiempo, hasta consigamos ganar, aunque al principio nos haya parecido otra batalla perdida.

  • ¿Vale la pena?

Cuando nos cuestionamos si algo o alguien “vale la pena”, en otras palabras, lo que nos estamos preguntando es si ese asunto/ser es lo suficientemente importante, valioso y/o digno de merecer nuestro esfuerzo y entrega. En el caso de Janucá, la pregunta que surge frente a los Macabim es: “¿mantener la identidad judía de Am Israel es una causa lo suficientemente noble como para entregarse completamente?” Veamos que, en este punto, no hablamos de los procesos que ésta entrega supone, no hablamos de posibles escenarios y desenlaces, no hablamos de repercusiones ni de consecuencias de los actos. En este punto, sólo nos preguntamos si la causa vale nuestro esfuerzo. Los Macabim responden: “si!”

En el plano de la Tnua, es interesante que, después de miles de años, jóvenes de Tnuot Noar a lo largo y ancho del mundo se encuentren con la misma pregunta y sigan respondiendo la misma respuesta: “Sí, ¡mantener y enriquecer la identidad judía vale la pena!

  • Pelear

La palabra “pelear” tiene una fuerte connotación física. Esto podría generarnos cierta incomodidad, pues a veces nos identificamos con causas muy valiosas, pero no siempre creemos que pelear físicamente sea el camino correcto para alcanzar nuestros fines. ¡Y eso está perfecto! De hecho, tal vez aquí sea más preciso hablar de “dar pelea”, pues así se generamos espacio a todas aquellas revoluciones individuales, chiquitas y gigantes que, de otra manera tal vez no serían visibilizadas.

En el caso de Januca hay una contienda física, hay pelea. Pero durante la época helénica previa a la revuelta macabea, cuando Antíoco IV Epifanes emitió sus decretos prohibiendo la práctica religiosa judía, todos aquellos que siguieron preservando las costumbres, rituales y tradiciones, claramente dieron pelea.

Desde entonces, en diferentes momentos de la historia del pueblo judío, ha habido millones de ejemplos de personas que, desde su pequeño lugar, intentaron ir en contra de lo establecido, cuando injustamente se los empujaba a abandonar su judaísmo.

En lo que respecta a la Tnua, creo que la educación es el medio que elegimos para crear los vínculos necesarios para hacer de este un mundo mejor, un mundo más justo, más solidario, más humano. En ese sentido, cada peula sobre valores, cada actividad que refuerza nuestras tradiciones y costumbres, cada iniciativa que llevamos adelante para hacer de nuestra historia un brillante futuro, es nuestra forma de “dar pelea” a la indiferencia, a la asimilación, al antisemitismo, al anti sionismo en particular y a todas aquellas personas y acciones que traen oscuridad al mundo en general.

Creo que algo hermoso que hemos aprendido en la Tnua es que cada ser humano da pelea de manera diferente. Hay algunos que lo hacen desde el arte, otros lo hacen públicamente y otros deciden hacerlo “tras bambalinas”. Menos importante es el método en sí mismo, cada quien conoce cuáles son sus fortalezas y debilidades. Lo más importante aquí es no apagar nuestra voz interior. No silenciar la voz de nuestra consciencia cuando nos dice que hay ciertas cosas que no están bien y deben ser cambiadas. Lo verdaderamente importante, es que, en lo profundo de nuestro ser, sepamos que no renunciamos a nuestra verdad interior y, por ende, que nos animamos a dar pelea.

  • Batalla Perdida

Hay quienes dicen que hay que saber elegir qué batallas pelear. Hay quienes dicen que a veces es necesario perder una batalla si queremos ganar una guerra. El caso de Januca es para algunos, un ejemplo de una batalla ganada, mientras que otros ven en el mismo evento histórico una batalla perdida: los primeros logran festejar el éxito de los Macabeos y su reinado que duró un siglo, y por el otro lado, los segundos ven en la fugaz existencia de la soberanía macabea el argumento para definir a ésta como un fracaso. Independientemente de cuál sea la postura personal de cada uno, lo cierto es que, en términos colectivos, Januca se presenta como un jag en el cual valores como heroísmo, identidad judía, liderazgo, continuidad, responsabilidad mutua, entre otros, iluminan nuestro sendero, incluso en nuestros días.

Ahora bien, batallas perdidas, también podrían existir en el ámbito de la educación, pues los procesos educativos no son sencillos: estos suponen momentos de construcción, con todo lo que eso significa y muchos espacios de deconstrucción también. Educar supone considerar un sinfín de intercambios en los cuales, seguramente, varias veces no logramos ser y hacer lo mejor que podíamos o lo que el otro necesitaba de nosotros para poder aprender. Hay veces que el contexto no ayuda, las circunstancias complican, los recursos no son suficientes. Otras veces falta gente, tiempo, energías o motivación. En otras palabras, en educación, hay muchas batallas que parecieran estar perdida.

Y aun así…Hay veces que tenemos la fortuna de presenciar “milagros”. Hay veces que tenemos la suerte de ver cómo aquella pequeña porción de luz que algún día trajimos y regalamos a un Otro, luego se convirtió en algo grande, y con el tiempo en algo más grande aun, hasta que, al final del proceso, vemos a ese Otro devenir en un ser brillante, resplandeciente, lleno de luz propia y listo para iluminar el sendero de los que vienen tras de él.

Vemos a nuestros pequeños milagritos que algún día supieron ser janijim y janijot pequeñitos, convertidos en lideres que llevan la antorcha de todos nuestros valores creando los procesos para que surjan y se desarrollen otros nuevos milagritos. Cuando en nuestra practica educativa sintamos que estamos enfrentándonos a una batalla perdida, recordemos que cada oportunidad de respetar, sostener y festejar la niñez y adolescencia, por un lado; y consolidar, enriquecer y fortalecer la identidad personal, judía y sionista de cada persona que llega a la Tnua por el otro, es siempre una guerra ganada, pues vivimos en un contexto que tiende a opacar a ambas cosas.

Para concluir

Es cierto que hay cosas que no podremos cambiar solos. Es cierto también que no todos los cambios se pueden hacer instantáneamente o de ahora y para siempre. Si cuando de luchas, batallas y guerras se trata, solo entendiésemos que dar un primer paso, aunque no de un resultado completo y perfecto no es “perder” una batalla, sino empezar un proceso de mejora o cambio, creo que el mundo se vería diferente, creo que nuestras vidas se verían diferentes.

Januca nos invita a descubrir nuestra luz interior, a usar el fuego de aquellas cosas que nos apasionan para revelarnos, traer una alternativa y generar un cambio que disipe la oscuridad.  Que este Jag podamos, no sólo devenir en luz, sino también ser quienes contagiamos y encendemos la lucecita interior en los demás, para juntos ser esa luz gigante que ilumina y muestra que un futuro hermoso nos espera, solo está en nuestras manos poder alcanzarlo.

Jag Urim Sameaj!

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