SOBRE TUBEAV Y DIFERENTES FORMAS DE AMAR

Romi Morales

No cabe duda de que el amor es uno de los sentimientos más intensos e importantes que
atraviesa a los seres humanos. Todos, por naturaleza, para sobrevivir necesitamos del
amor. Tomemos como ejemplo el caso de los bebes, que no son independientes sino hasta
luego de tener varios años de vida. De no ser por el amor (cuyas manifestaciones podrían
ser el soporte, la contención y el socorro de los adultos que lo proveen de alimento,
refugio y seguridad), él bebe no podría sobrevivir solo, ni siquiera un día. Todos
necesitamos del amor. Queremos ser queridos, deseados, buscados, reconocidos y amados
por el Otro y, por lo tanto, muchas de las decisiones que tomamos en la vida, a conciencia
o no, están basadas en esta necesidad tan primaria.

A pesar de estar en la constante búsqueda del amor, cuando en el judaísmo nos proponen
responder al “odio gratuito” (sinat jinam) con “amor gratuito” (ahavat jinam), de pronto
esto no nos resulta tan natural. Si cuando hablamos de “amor” nos referimos a ese
sentimiento profundamente fuerte que nos impulsa a desear, buscar y hacer el bien por y
para aquel que es nuestro objeto de amor (sea uno mismo, otro ser vivo o algún objeto);
cuando hablamos de algo “gratuito” pretendemos explicar que el mismo se entrega sin
exigir nada a cambio. Supongo que de ahí la gran paradoja: ¿Por qué debería darte lo mejor
de mí, para generar algo profundamente bueno y feliz en ti, sin que yo vaya a recibir nada a
cambio (ni siquiera o especialmente amor)?
Y la pregunta puede ser válida y relevante para
con uno mismo, para con nuestros pares, nuestra familia, el Tzevet, nuestros janijim, la
Tnua, Israel, el Pueblo judío, el mundo.

En contraposición a esta perspectiva, existen aquellos casos en los que la pregunta que nos
hacemos es otra: ¿Cómo puedo darte lo mejor de mí, para generar algo bueno y feliz en ti,
incluso si es que yo no recibiré nada a cambio (ni siquiera o especialmente amor)?
Esta
pregunta tal vez sea la que mejor representa el concepto de “ahavat jinam”.

Si bien esta, supuestamente, debería de ser la forma de amor “ideal”, al respecto me
gustaría decir dos cosas. “Ideal” suena a “no real” y no, no creo que este sea el caso. No,
tampoco soy ingenua. Creo que es posible llegar a amar en estos niveles y no
necesariamente porque seamos altruistas, sino porque estoy convencida en la fuerza
creativa y productiva del amor. Quien ama con todo sus ser, se entrega con todo su ser a
pesar de no ver los frutos de ese amor, porque aun así se siente pleno, por el solo y simple
hecho de amar. Suena un poco extraño, lo sé. Pero existen miles de ejemplos de esto.
Pensemos por ejemplo en las decenas de miles de jalutzim que amaron la tierra de Israel
incluso cuando esta no podía retribuirles todo el esfuerzo y dedicación que invertían en
ella, o no en los tiempos que ellos esperaban. O en los centenares de javerim de la Tnua
que educaron a sus janijim en las épocas más oscuras de la historia de nuestro pueblo,
incluso cuando estos tal vez estaban más (pre)ocupados por sobrevivir que por reconocer
la tarea de sus madrijim. La historia está llena de grandes amantes del amor. Sin ir más
lejos, creo que también hoy muchas veces nos cruzamos con aquellos javerim que dan todo
de si por y para la Tnua, y se sienten plenos incluso si todo el esfuerzo y dedicación que
invierten pasa por desapercibido.

Yo creo que el mundo sería un lugar más feliz si en todos los ámbitos en los que
interactuamos nos encontráramos con gente que esté dispuesta a dar todo de si sin reparos.
Sin embargo, la realidad es otra. Y muchas veces la brecha entre lo ideal y lo real, es lo que
genera frustración, desgaste y rispideces.

Por este motivo creo yo que la Tnua debería ser una plataforma en la que nuestros
maniguim puedan dar respuesta a ambas formas de amor, por igual. A aquellos javerim que
necesitan motivos para poder dar de sí (amar), creo que como hanaga debemos de
ocuparnos de construir una Tnua que sea como aquel “refugio” que da la seguridad, el
soporte y la contención suficiente al javer para que pueda sentirse pleno para innovar,
desarrollar y crear sin miedos y, al mismo tiempo dar socorro cuando en el proceso de
experimentar y vivenciar, las cosas no salieron como se planificaron. Así mismo, creo que
como Hanaga debemos también prestar atención a aquellos que dan de sí de manera
ilimitada, especialmente porque a ellos solemos tomar como “evidentes”, es decir, solemos
sentirnos seguros de que siempre estarán allí, sin importar que. Y si, puede ser que estén
allí, dándolo todo de sí, pero vaya si ellos merecen que los valoremos, apreciemos y
reconozcamos también .

Si la Tnua es “Escuela para la vida”, y nuestra mejor y más efectiva herramienta para crear
seres humanos íntegros es la educación, creo que nuestra práctica educativa debe estar
basada y garantizar amor para todos los actores que intervienen en la misma. Si logramos
crear en la Tnua un microcosmos que legitima, valora y reconoce las diferentes formas de
amar, estoy segura de que este sentimiento logrará encontrar tierra fértil para florecer y
expandirse a nuevos ámbitos. Así es como desde la Tnua podremos reparar el mundo:
educando a dar lo mejor de nosotros para generar algo bueno y feliz a nuestro alrededor, o
en otras palabras “educando con amor a amar”.

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