Jana Szenes

Vísperas de Rosh Hashana. Hace dos años que me fui de casa. Dos años lejos del hogar, de mama, tres años de mi hermano y dos en el país. Si pudiera, le escribiría a mama algunas palabras… Tengo tanto que decirle. Me resulta difícil, sin embargo, decir que hubiese hablado con mamá en el supuesto caso de encontrarnos. Seguramente le hubiese contados sobre los dos años, sobre mis sueños, planes y vacilaciones. Hubiese podido referirle lo que sentí ayer, congoja aguda, honda, hasta llorar. Que me vi ante dos caminos: Buscar mi felicidad privada sin prestar mayor atención a los defectos que hallo en mi derredor, o invertir mis energías en la lucha difícil, agotadora, por cosas que juzgo buenas y verdaderas. Hay en mi cualidades ocultas que determinan mi camino aun cuando sepa de las dificultades y sufrimientos involucrados en el. Pero ¿tengo acaso, la fuerza y aptitud para realizar todo lo que quiero? ¿Serán acertados mis deseos? ¡Señor, si has dotado de fuego mi corazón, dame poder para encender todo cuanto pueda ser encendido en mi hogar, en el hogar de mi pueblo! ¡Y si me has concedido ojos para ver, oídos para escuchar, dame también poder para azotar, acariciar, elevar! ¡Y haz que estas palabras no sean mera metáfora, sino la misión de mi vida!

¿A que me refiero? Al bien del mundo, del que hay en mi una chispa. Sobre esto no hubiese hablado con mi madre. Tal vez no le hubiese dicho nada, pero ello hubiese comprendido. Me encuentro entre gente extraña. Ellos no me conocen, no saben nada de mí. Tampoco yo los conozco. A veces pienso: carezco de alma, de sensibilidad. No quiero a nadie. Quiero a todos, busco en cada uno lo bueno y si lo encuentro lo quiero, lo aprecio en cierta medida. Pero no, he querido verdaderamente solo a mama, a mi hermano, a la abuela, al recuerdo de papa. De los maestros, a A.N, a los muchachos, cuando fui pequeña, a F. y algún tiempo, tal vez a T.; de los parientes a A.N. quizás a A., pero ¡cómo se ha debilitado estos sentimientos! ¿Y aquí en Eretz Israel? Solo he querido ha Eretz Israel. Pero esta es tan amplia y grande para corresponder amores. ¡Y tampoco este amor engendra vida! Seguramente me amo a mi misma, sin saberlo y sin pensarlo mucho, solo
en una forma diferente a la de la mayoría, porque para mi existen otros valores y de aquí que me llamen: idealista. Esto me da risa. Si hubiese querido ser de otra forma, no hubiese podido. No pude sino buscar lo que para mi era verdadero y tratar de llevarlo a la práctica.
No es un mérito, sino algo natural.

Esto en cuanto a mí. ¿En cuando al mundo que se va destruyendo a mi alrededor, que decir? ¡Sobre las decenas de miles que van desapareciendo a diario! ¿Que lamento elevare en Rosh Hashana? ¿Que decir y con quien hablar cobre el duelo, la injusticia, la aflicción?
Solo El sabe y yo nada tengo que decir hoy.

¿Acaso creo en Dios? No sé. Mi Dios es muy complejo. Es más bien símbolo y expresión de fuerzas morales, pero están en mí. Y creo, después de todo, que el mundo fue creado para el bien y no hay mal en el que no brille una centella de luz, de bondad. ¡Palabras, nada más que palabras! La vida lo dirá y atestiguará. Yo se que mis palabras son las de una personas que conoce poco del sufrimiento y la maldad que se oculta en el mundo. Todavía queda mucho trecho por recorrer. Estoy sola, soy independiente, responsable de mis actos. Eso es lo bueno que hay en mi vida ahora.

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