El pueblo y el Individuo ante el Holocausto

(palabras en vísperas del día del Holocausto en al año1971 en el Kibutz Kfar Glikson)

Eslabón por eslabón la maquinaria de exterminio nazi elaboró el exterminio total del judaísmo europeo; los ghettos, campos de trabajo, campos de concentración y muerte, los crematorios- de horror, todos ellos fueron creados y organizados en el corazón mismo y núcleo central del continente europeo, dueño de una refinada cultura clásica y antigua durante generaciones.

La programación alemana-nazi era absolutamente perfecta, fiel a la tan famosa y brillante tradición de puntualidad y precisión del pueblo más disciplinado de la tierra y su realización supera toda imaginación humana.

El pasado del pueblo judío que supo de épocas de espanto y horror, indudablemente, el período del Holocausto que se extendió desde el año 1939 y hasta casi la mitad del año 1945 no tiene similitud ni precedente.

Sin embargo, caracteriza lo inusitado, lo incomprensible, comparando épocas de la historia judía con la del Holocausto, comprobamos que el judaísmo europeo estuvo aislado y fue desvalorizado durante esos trágicos años – también por las fuerzas, gobiernos y pueblos que lucharon contra los nazis, ya sea en occidente, o en el oriente – con excepción del puñado de justos de las naciones y del pueblo danés, valiente y audaz.

No se tomó ninguna medida significativa para salvar a los judíos, para detener el exterminio, posponerla para ganar tiempo adicional. Para aquellos que ciertamente, bastante tiempo antes que Europa fuera cubierta de ríos de sangre y fuego, fueron condenados a muerte por el régimen nacional-socialista de Alemania.

El minuto de silencio en el Parlamento británico puso de manifiesto el pesar de los ingleses, y el cierre de las puertas del país ante los pocos que lograron escapar – evidenció mínimamente la magnitud de los imborrables crímenes del «culto» pueblo ilustrado.

Mas aún: todos los esfuerzos en este sentido, estaban dirigidos a excluir y desvirtuar en lo posible, todo nexo entre la guerra y el caso judío. Aún cuando se reconoció indiscutiblemente el triunfo de los aliados – y sin embargo y quizás por ello, el exterminio no amainó ni un ápice, por el contrario, se intensificó y recrudeció a un ritmo más acelerado – y se podía impedir que el aniquilamiento, las expulsiones y torturas, continuaran parcial o totalmente. Y las potencias anti-nazis se negaron a movilizar o disponer fuerzas especiales en acciones aéreas o terrestres para bombardear las cámaras de gases y los campos de exterminio o para misiones de sabotaje a las vías del ferrocarril sobre las cuales eran transportados en trenes de carga miles de judíos que aún quedaban, hacia los campos de concentración de Auschwitz y Treblinka, hacia Meidanek y Mathauzen….

También el presidente de la América democrática, el venerado presidente Roosevelt enmudeció, acoplándose al sorprendente silencio por parte de la libre y gran concentración judía en el mundo, asimismo la pasividad de sus dirigentes que no osaron descargar el yugo de capitulación galútica sobre sus hombros y levantar una demanda inamovible a su gobierno para salvar lo que aún era factible de serlo por caminos no-convencionales, cuando en las filas de los aliados lucharon centenares de miles de jóvenes judíos, y estos estremecedores hechos completan el pavoroso cuadro de aislamiento y desamparo de todo un pueblo en manos de lo más bajo de las criaturas del universo: el nazi-alemán y polaco, el nazi-ucraniano y estonio, el nazi lituano y húngaro.

El aterrizaje de decenas de paracaidistas hebreos detrás de las fuerzas alemanas, dispersados y aislados en un terreno de dimensiones gigantescas y expuestos a traiciones y conspiraciones locales y no locales, no puede ser considerado desde una perspectiva histórica convincente y objetiva- con todo el heroísmo – demostrado, sino como un fracasado intento de los aliados liderado por Inglaterra, para salvar el compromiso, pero en realidad fue para desviar la atención sobre la necesidad de arriesgados actos de salvataje arriesgados e inusuales, los cuales eran imprescindibles para los desamparados judíos de Europa olvidados por Dios …

El abandono del pueblo por el mundo y por Dios fue absoluta – como diría el poeta Uri Tzví Grynberg: » (Dios) se sentía, y era de los gentiles, hay un Dios en el mundo pero para Israel, no hay Dios» .

Nuestro colectivo «Yo Acuso», con respecto al prejuicio de los pueblos del mundo a pesar de haber transcurrido más de 25 años desde que se conoció la dimensión de la terrible masacre, nuestro «yo acuso» contra nuestros enemigos del pasado y «nuestros amigos» impostores de ayer y de hoy, debería ser oído por lo menos en estas proporciones, porque una generación nace y otra desaparece, pero los que amenazan sembrando dudas sobre nuestra existencia en cada generación, aún no desaparecieron «de la gran familia de las naciones» y en ocasiones su respetado lugar está celosamente guardado.

Este desamparo, el aislamiento que ya formaba parte de sus vidas, la sensación del temido vacío que se posesiona del corazón del abandonado, falto de esperanza e ilusión, la visión permanente y exclusiva de la inmensa fuerza que controla sin objeciones y que incesantemente triunfa pero antes que nada, el aislamiento de un mundo que de todas maneras lo olvidó, lo rechazó, lo negó y más de una vez colaboró para la consecución del exterminio y la matanza, su soledad y aislamiento físico y espiritual del hombre judío constituyeron para nosotros una experiencia fundamental antes de que su cerebro fuera arrojado contra la muralla del ghetto, antes de ser apresado y enviado a los campos de concentración y antes de consumirse su cuerpo en una de los crematorios.

El Dr. Víctor Frenkel, brillante escritor y psiquiatra vienés, fundador de la tercer escuela vienesa, denominada la escuela de la logoterapia o escuela analítica existencial, se enfrentó durante 3 años a los sucesos en los campos de concentración volcando en su libro su vigilancia, sentimientos y observaciones de los compañeros prisioneros y de sí mismo. El título del libro: «De los campos de muerte al existencialismo» o «El hombre busca sentido». Frenkel perdió a su padre, a su madre, hermanos y a su esposa, con la cual contrajo matrimonio un tiempo antes de ser enviado al campo de concentración, perdió a toda su familia excluyendo una hermana, él mismo padeció condiciones paupérrimas, en peligro constante, carente de valores, víctima de la violencia extrema, esperando la muerte.

Y a partir de su propia experiencia y la de los que compartieron su destino, llega a la conclusión (cita): «el hombre es capaz de soportar hambre, humillación, miedo y furia por las atrocidades, gracias a las imágenes de sus seres queridos, a quienes conserva en su corazón, gracias a la religión, al sentido del humor, y también gracias a una mirada furtiva sobre las maravillas de la naturaleza – de un árbol o un atardecer».

Estos momentos de crisis por aislamiento y soledad, el aferrarse a algo, una imagen, objeto, creencia, fortalecen las ansias de vivir, que aparentemente carecen de sentido, ayudan al prisionero en un campo a obtener una contestación, un significado a su terrible padecimiento: porque existir significa encontrar una explicación al dolor, porque la vida no es otra cosa que sufrimiento. Debe haber una explicación, un significado al padecimiento y a la muerte, así como forzosamente debe haber una finalidad y un objetivo para existir, para la vida.

Por lo tanto, siguiendo la teoría de Nietche, podría decir Frenkel: «Si en el hombre existe el «porqué» por lo cual vivirá (es decir, la finalidad, objetivo) podrá soportar cualquier «cómo» (es decir, sufrimiento y tormentos).

El conocido escritor Ka-Tzetnik Dinur (Iejiel Dinur) de Aushwitz encontró el «porqué permanecer vivo» aún cuando todo su cuerpo torturado durante 3-4 años de vida en Aushwitz, imploró por una muerte piadosa, la explicación de su deseo por permanecer vivo a pesar de todo tuvo una única finalidad, contar las atrocidades a la humanidad, la brutalidad, sobre la jungla en ese extraño planeta denominado Aushwitz y cuyo lugar estaba fuera del globo terráqueo y de la sociedad humana.

También Berl Katzenelson, comentó en su momento acerca de: «el hermano del rabino de Gur quien se encontraba en uno de los campos de exterminio y dijo a quien le trajera un poco de agua le entregaría la mitad de su mundo en el más allá. Se levantó un hombre y le trajo el agua. Entonces aclaró que pidió el agua, para que todos lavaran sus manos y muriesen limpios. Esto es el sacrificio judío por el Kidush Hashem». He aquí otra explicación y sentido de la muerte, romper el aislamiento que ahoga y sofoca y aferrarse a una creencia superior aún en momentos de destrucción.

Varios años después de la liberación de Europa apareció un libro en idioma alemán, cuyo escritor alemán Leonard Frank quien vivió emigrando cerca de veinte años debido a su oposición al régimen militar. El título del libro: «Los alumnos de Jesús», en el mismo tres cuentos se combinan unificándose en una sola trama uniforme. El argumento describe a niños privados de todo y hambrientos que tratan de ayudar a los necesitados, inmediatamente después de la culminación de la guerra y la conquista de Wurtzburg, aledaña a Main, por los americanos, siendo el principio de justicia social el moderador en la distribución de las cosas logradas con honestidad o por caminos deshonestos. Se describe también el idilio entre dos jóvenes que aparentemente deberían odiarse, la joven alemana Yohana, cuyo padre se suicida ante el acercamiento del ejército americano al pueblo, dado que era un nazi activista y devoto, pero su hija refutaba su arrogante teoría racista, y el otro joven, el soldado americano Steve ligado espiritualmente a Yohana – y se describe el tormentoso caso de Rut, de 17 años, joven judía del mismo pueblo Wurtzburg quien vio con sus propios ojos como los nazis mataron a sus padres en el mercado central del pueblo, mientras los habitantes del lugar presenciaban la acción y una gran satisfacción se dibujaba en sus rostros. La trama describe cuando la joven fue llevada por los alemanes a Varsovia e introducida en la casa que sirvió a los esbirros de Hitler, la forma en que fue ultrajado su cuerpo inocente por decenas y centenas de soldados alemanes y su regreso al pueblo, con armas en su poder, un revólver, con el corazón destrozado, el espíritu y los sentidos paralizados, pero la explicación de su supervivencia, el significado de su regreso al pueblo con el único anhelo de vengar la sangre de sus adorados padres y el horrible ultraje de la que fuera víctima, antes de poner fin a su desgraciada vida. Ella regresa al pueblo donde los primeros brotes de la organización clandestina neo-nazi ya se vislumbran, y es expulsada nuevamente, ya que la prostituta judía no tiene cabida en el seno de los honestos habitantes del pueblo de Wurtzburg que nunca se arrepintieron, y no se arrepienten de su pasado que a su entender fue deslumbrante y ostentoso y en el fondo de sus corazones mantienen la esperanza de su rápido y pronto regreso mientras depositan todas sus esperanzas en el renovado conflicto entre oriente y occidente.

Enfrentar el tema del Holocausto es una lucha básicamente dantesca, dado que todos los intentos de expresarlo a través de la poesía, la prosa y también en la pintura, o el vigor de la vivencia traumática, individual y nacional, descubrir por medios convencionales la abismal tragedia, en toda su inusitada y desmedida implicancia humana, todos estos intentos debido a las limitaciones linguísticas o la carencia de medios e imposibilidad del hombre de captar o digerir las atrocidades, vivencias demoledoras, muerte y exterminio en mil maneras extrañas y devastadoras, hacen fracasar todo intento parecido.

De qué manera se puede expresar en palabras, describir en forma visual o sonora la atrocidad de la decapitación y otras formas de matanza que fueran la porción diaria del millón y medio millón de niños y bebés por parte de los descendientes de Shiller y Guetthe, de Richard Wagner y de Emanuel Kent?.

¿Cómo podemos expresar la sensación de repulsión que nos embarga cada vez que se recuerdan los actos horrendos de aquellos delincuentes criminales alemanes liberados de las cárceles para asumir las funciones de comandantes de lo bloques en los campos de exterminio, quienes alimentaron, vistieron y cebaron con sabrosos alimentos a jóvenes y niños prisioneros en los campos, con el fin de utilizarlos como sustitutos para dar rienda suelta a sus deformados instintos sexuales de estas fieras en potencia?

A estos jóvenes de los campos se los denominaba People, y sus rastros desaparecieron para que no quedara remanente alguno de los atroces actos inhumanos sobre la faz de la tierra

Intentaron crear lápidas en memoria a las víctimas del Holocausto – de maneras y formas diversas, se levantaron monumentos, museos y subterráneos, escribieron prosa y poesía, recopilaron documentaciones, personalidades e instituciones brindaron sus mejores años en la persecución de los criminales nazis para ser llevados a una corte de justicia, pero la lápida eterna la merecen los inmolados del Holocausto, seis millones de judíos, ancianos, mujeres, hombres, niños y bebés, la lápida eterna a la que son merecedores, es sin lugar a dudas, el imperativo moral nacional superior, recordar en cada generación y por generaciones, recordar por siempre los apocalípticos días de los años del Holocausto, pues el olvido, «la enfermedad de amnesia general» que nos acosó por algunos años, debilitó el espíritu del pueblo hasta que llegó la conmoción de los días angustiantes anteriores a la guerra devolviéndonos las sensaciones saludables de memoria y moraleja.

Porque Metzadá nuevamente no caerá

Como tampoco Auschwitz se repetirá.

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